Un mundo raro (¡Adiós Lily!)

Hoy sólo escribo porque no se me ocurre otra cosa. Me siento humillada y restregada... cual trapeador viejo.

Hace un año era tan feliz. Un 20 de octubre de 2008, después de maravillosas e innumerables horas de conversación, me preguntó: “¿quieres estar conmigo?” Yo sólo escribí un “sí, quiero” –a pesar que siempre dije que odiaba esa pregunta tan poco original-. Fue la primera vez que me enamoré, que sentí poder contra el mundo entero, que decidí amar y entregarme a alguien por completo, luchar y dar todo por llegar a su lado… Lo logré, el 23 de diciembre me vi reflejada en esos, sus ojos marrones que tanto extraño. El resto de la historia ya ustedes la saben.

Sé que no siempre le agradamos a todo el mundo pero dejar de agradarle a ella es algo para lo que no estaba preparada, siento un vacío parecido a un dolor de estomago, ganas de gritar y de llorar hasta cansarme. Todos estos meses he llorado, como nunca lo había hecho; he rogado, como mendigo implorando por una moneda; he gritado, como bebé cuando lo inyectan; he rezado, como pecadora arrepentida y otras cosas más.

¡Creer que ahora sólo tengo en la mente feas frases de un amor que, a estas alturas, debo olvidar! Fueron cosas que prefiero no pensar. No quiero borrar mi recuerdo de amor porque, a pesar de todo, puedo conformarme con saber que quise a alguien, no me correspondieron pero quise profundamente, tuve alguien a quien idolatré y a quien le pronuncié certeros “te quiero”…

Ahora es tiempo de inventar una fantasía diaria y de jugar a ser feliz. Seré egoísta, guardaré todo lo vivido con ella en mi corazón, no compartiré mis recuerdos con nadie por temor a perderlos de tanto contarlos a los demás.

A ella, le doy permiso de divulgar su antipatía por mí. Ojalá encuentre alguien que la quiera más de lo que yo la quise.